Siempre había leído de mil maneras de aprovechar el tiempo, varios métodos con nombres que la verdad no recuerdo. Nunca los había puesto en práctica, ni lo intenté.
Tal vez pensé que tenía todo bajo control, no había compromisos o mi naturaleza desorganizada estaba ganando la batalla de la productividad y no quería darme cuenta. Pero hace como dos semanas vi una publicación en un blog sobre trabajar en bloques de 90 minutos y se me antojó probarlo.
Al siguiente día llegue a la oficina y programé la alarma para que sonara en hora y media, al terminar ese tiempo me di 10 minutos para divagar un rato y luego repetí el proceso. Desde ese día es la manera en que transcurren mis mañanas-tardes, bueno, la mayoría, a veces extiendo mi tiempo de esparcimiento o alargo el de trabajo, según sea necesario.
En esos 10 minutos entraba a Facebook, Twitter y buscaba algo más que hacer porque tanto tiempo seguido en esas redes sin un objetivo claro es muy aburrido, así que ahora le agrego lectura a ese tiempo y ya casi termino un libro.
Ha pasado que por distintas razones algunos días no pongo la alarma y creo que hay mucha diferencia, como si los bloques me ayudaran a enfocar mejor mis esfuerzos y si no trabajo de esta manera siento que solo aviento patadas al aire. No se a dónde se van los esfuerzos pues.
Poco a poco estoy encontrando maneras de no saturarme y hacer lo más con las mismas 24 horas que tenía antes. Nada más que ahora si están bien aprovechadas.