Aunque todavía no era el día de brujas, había que aprovechar el fin de semana.
Yo quería darle otras 3 vueltas a la isla, pero el bobby andaba con un humor de café y lectura; si estaba cansada, pero quería aprovechar las últimas horas en la isla.
Este día ya sentía el inevitable adiós, y es que yo si podría vivir en Hawaii, si no fuera por el miedo de morir quemada en alguna erupción volcánica o ahogada en un tsunami.
Para este día ya estábamos molidos, el con más ganas de quedarse leyendo, pero yo podía exprimirme más pila.
La mitad de este día dormí por el desvelo que me causaron las piedras en la vesícula, así que salimos tarde de la “casa” para dirigirnos al observatorio astronómica Mauna Kea.
Este fue el mejor día pero la peor noche, el ataque de las piedras en la vesícula se apropió de mi sueño.
Hoy tomamos un tour que le dio la vuelta completa a la isla, y fue sorprendente ver los cambios del paisaje que se ven durante el recorrido.
Siempre me han fascinado los volcanes, para ser más específicos: la lava fluyendo. Desde chiquita veía videos de este fenómeno natural, pero jamás creí poder estar cerca de el, todavía no me la creo.