En este viaje no averigüé mucho sobre la ciudad, solo deseaba caminar y caminar hasta que mis pies suplicaran por descanso. La única investigación que realicé fue sobre los puntos en que mejor se veía Space Needle, para ir caminando hacia esos lugares, disfrutar la vista y regresarme también a pié por una ruta alterna para no repetir escenarios. Se me atravesaron librerías independientes, cafés y tiendas de antigüedades invitándome a gastarme el dinero que afortunadamente no traía, pero lo que mas llamó mi atención fueron las casas llenas de plantas y de árboles, imaginaba como sería tener ese paisaje todos los días, salir de la casa para ir a la tienda y ver un montó de distintos tipos de flores y plantas. En todos lados la gente se transportándose en bicicleta y leyendo, sentí poquita envidia de la ciudad.
La sorpresa del viaje fue el calor para el que no iba preparada, la mayor parte de mi ropa era para un clima más fresco, pero uno de los veranos más calientes de Seattle llegó junto con nosotros, ¡y la gente parecía disfrutar esa humedad sofocante! comían en el sol y en las tiendas parece que no entendían la función de los aires acondicionados.
Otros detalles inesperados fue que a las 9:30 de la noche todavía había un poco de luz solar y los restaurantes cerraron muy temprano, en toda la semana no pudimos adaptarnos y cada vez que veíamos la hora, nos sorprendía lo descoordinada que estaba con el ambiente y el hambre.
La ciudad está llena de detalles, como pequeñas bibliotecas en algunas colonias o la principal en el centro de la ciudad con unas instalaciones impresionantes, su mercado y bares llenos de cerveza local, pero eso, es otro post.